Friday, March 15, 2013

SirHistorias. Papas que fueron burlados.

Continuando con la mini saga que iniciamos el pasado miércoles, hoy les traemos en exclusiva otras tres historias relacionadas con la Santa Sede. En ellas, seremos testigos de los engaños que sufrieron Urbano VIII, por obra y gracia de los jesuitas de Lima, Pío IV, burlado por los Condé entremezclados en su enfrentamiento con los Guisa, y Sixto V y el pintoresco Ranuccio Farnesio.

Audio original del 20-07-2007 (21',46)
"... Breve introducción: 
Es raro burlar a un Papa; se supone que el Papa tiene a la divinidad tan de su lado que resulta muy difícil engañarlo y si se tiene en cuenta que es infalible, esta dificultad para engañarlo es aún mayor, ya que una forma de falibilidad consiste en no advertir los engaños que se le hacen a uno. Así que vamos a repasar algunos episodios de órdenes no cumplidas, de interpretaciones tendenciosas de esas órdenes, etcétera.
Primer caso: Urbano VIII y los jesuitas de Lima
San Francisco de Borja, tercer general de la compañía de Jesús, había enviado en 1568 al padre Jerónimo Luis del Portillo y a cinco compañeros para instituir la Orden Jesuita en Lima. Allí fueron y se instalaron.
Hacia 1623 comenzaron a levantar un templo, adyacente al ya construido Colegio Máximo de San Pablo; ese año acababa de subir al solio pontificio Urbano VIII.
 (Urbano VIII al momento de otorgarle la licencia a los jesuitas limeños)
El superior de los jesuitas limeños le envió al Papa Urbano un memorial sobre la construcción de la nueva iglesia, en el cual solicitaba licencia para poner una puerta en la fachada.
A Urbano le causó sorpresa aquella solicitud pero no por eso se las negó, suponiendo que quizás los buenos jesuitas querían mostrar su total adhesión al Papa con una prueba de humildad y sumisión.
Cuando les llegó el permiso papal, los jesuitas alzaron tres arcos en la fachada de su iglesia y colocaron una puerta debajo de cada uno. Ahora bien, los canónigos del Cabildo limeño y los religiosos de otras órdenes se indignaron muchísimo porque sólo las catedrales tenían derecho a tener tres puertas frontales. Las iglesias, como la recién construida, sólo tenían derecho a dos. Evidentemente esto se trataba de un abuso y los jesuitas fueron denunciados.
Las autoridades del lugar respondieron a las denuncias de los demás religiosos y fueron a buscar a los responsables, es decir, los jesuitas. Éstos, con la confianza por los cielos, respondieron que tenían una licencia otorgada por el papa que los habilitaba a construir tres puertas. Las autoridades exigieron a los jesuitas que mostraran la licencia y así lo hicieron. Sin embargo, tal permiso no decía nada acerca de la construcción de una tercera puerta en la fachada de la iglesia.
A esta objeción, los astutos jesuitas respondieron que teniendo derecho a la construcción de dos puertas sin la necesidad de solicitar permiso alguno, la tercera era la que justamente habían pedido y recibido.
Enterado de la situación, el Papa Urbano VIII cayó en la cuenta de que había sido sorprendido en su buena fe. Pero como la dignidad de la Santa Sede exigía que no apareciera como burlado dictó entonces una nueva licencia en la cual otorgaba a la iglesia de la Compañía de Jesús de Lima el privilegio de tener tres puertas en su fachada pero con la condición expresa de no abrir nunca una de ellas, salvo en casos extremos como incendios o emergencias que así lo requiriesen.
Finalmente, tras la polémica, el 3 de julio 1638, la iglesia fue consagrada y al acto concurrió nada menos que el Virrey, el Conde de Chinchón, y en presencia de más de sesenta jesuitas orgullosos y de varios dominicos y franciscanos un tanto envidiosos. 

Segundo Caso: Pío IV y el correo descompuesto
A mediados del siglo XVI el poder francés estaba dividido en dos grupos: la Casa de los Guisa, católicos, y los seguidores del Príncipe de Condé, que era el jefe del partido protestante. Entre ellos hubo muchas peleas, y allá por marzo 1560 Luis I de Bordón-Condé quiso raptar al rey Francisco II con el objeto de alejarlo de los manejos de los Guisa, los católicos.
(Francisco II) 
El asunto derivó en traiciones varias, cambios de bando, etcétera, pero lo importante es que el rey se salvó del intento de secuestro y los de Guisa capturaron a todos los conspiradores que fueron ejecutados.
Aquel suceso fue conocido como la “Conspiración (o Conjura) de Amboise”.
 
Pío IV, el Papa en ejercicio por aquellos años, quiso mostrar su alegría por el triunfo de los Guisa y escribió una carta a Carlos de Guisa, segundo cardenal de Lorena y arzobispo de Reims. La misiva acompañaba a un regalo realmente fabuloso: se trataba nada menos que de un cuadro pintado por Miguel Ángel, que representaba a la virgen con el niño. Pío ordenó un correo que se encargara de transportar el envío hacia su destino, o sea Reims.
(Pío IV)
Hacia allí partió el mensajero con la carta y la obra bajo el brazo (o donde sea que lo llevara) cuando sucedió un hecho inesperado. 

En el camino, el correo papal fue interceptado por un hombre que adujo pertenecer a la Casa de Guisa y le comunicó al mensajero que él mismo se encargaría de llevar personalmente el regalo hasta Reims. El enviado por Pío no sospechó nada y le entregó la carga sin resistencia ni demoras, ya que suponía que, como se estilaba, alguien iría a recibirlo para culminar el trayecto.

En verdad el hombre que interceptó el correo era protestante y enemigo de los Guisa. Este nuevo mensajero agarró el cuadro junto con la carta y lo llevó hasta Reims pero en el trayecto reemplazó la obra piadosa de Miguel Ángel por otra.
(Carlos de Lorena-Guisa)

Finalmente, el cardenal de Lorena recibió el paquete que le trajo este nuevo mensajero. Lo acompañaban el cardenal de Tournon, el duque de Montpensier y varios representantes de los Guisa. Ante ellos leyó primero la carta en la cual el papa mostraba su alegría por el triunfo sobre los conspiradores, e incluía una breve reseña sobre el cuadro que se adjuntaba como regalo.
Al abrir el paquete, sus ojos y de quienes lo acompañaban no podían dar crédito de lo que veían: en vez del piadoso cuadro de Miguel Ángel encontraron otro en el que aparecían el propio cardenal Carlos, su sobrina, la reina Maria Estuardo, esposa del rey Francisco II, la reina madre Catalina de Médicis, todos ellos desnudos en medio de una espantosa orgía. Imaginen ustedes la reacción en el momento de los homenajeados.
La pintura fue enviada inmediatamente a la hoguera, y se inició una feroz enemistad entre Francia y el papa porque todos creyeron que el sumo pontífice les había enviado ese cuadro para jorobarlos. La enemistad se prolongó hasta que un nuevo intercambio de correos dejó en claro lo que había sucedido.

Tercer caso: Sixto V, Ranucio Farnesio y una huida de película.

Sixto V
, Papa entre 1585 y 1590. Se decía se él que era un tipo sencillo pero solía enojarse seguido (lo cual no contrasta su carácter humilde pero sí en tanto que característica “positiva” vs. una “negativa”) y había ciertos descuidos que no admitía bajo ningún concepto.
Una de las órdenes que con mayor recelo hacía cumplir era la prohibición de portar armas tanto en su presencia como en las distintas dependencias del vaticano. Quien no hiciera caso sería inevitablemente condenado a muerte. Los únicos que podían burlar este dictamen, por razones obvias, eran los integrantes de la guardia vaticana. Pero cualquier otra persona, tenga el título que tenga o sustente el cargo que sustente, se exponía a ser sentenciado a muerte.
Cierto día le anunciaron que el hijo del duque de Parma (Alejandro Farnesio), el gobernador de los Países Bajos Ranucio Farnesio, que pertenecía desde luego a una de las familias más aristocráticas de Italia, pedía ser recibido por el Papa.
(Ranucio Farnesio)
Sixto aceptó recibirlo y, tal y como indicaba el protocolo por él mismo instaurado, lo hizo revisar a Farnesio antes de su encuentro. Y Ranucio no tuvo mejor idea que entrar “calzado”, razón por la cual lo metieron preso en el castillo de Sant’Angelo.
El Cardenal Alejandro Farnesio, que era tío de Ranucio, se enteró de la detención y corrió hasta el vaticano para pedirle al papa que lo perdonara, a sabiendas de que el Papa Sixto V solía ser bastante expeditivo en el cumplimiento de las ejecuciones capitales. Digamos que el papa tenía fama de mandar a ejecutar con bastante rapidez a los condenados, así que el cardenal apresuró el paso lo más que pudo para encontrarse con el sumo pontífice para intentar salvar a su sobrino.
Cuando llegó al vaticano, el Papa primero se negó a recibirlo. El cardenal insistió pero nuevamente recibió la negativa.
Mientras tanto, en el castillo en donde mantenían prisionero a Ranucio, el prefecto que lo custodiaba ya había recibido la orden de ejecución.
Enterado Ranucio de que su tío estaba intentando reunirse con el papa para que le diera el perdón, resolvió hacer tiempo. Le pidió a un sacerdote hacer una confesión general de sus pecados antes de ser ejecutado. Desde luego, le concedieron esa gracia y Ranucio inició su confesión contando todos y cada uno de los pecados que había cometido desde su más tierna infancia.
Entretanto, luego de las negativas iniciales, el papa finalmente recibió a Alejandro y le otorgó el perdón solicitado para su sobrino, pensando quizás que aquel perdón llegaría tarde y que Ranucio ya estaría muerto.
Pero no fue así; parece ser que a pesar de tener tan sólo veinte años, Ranuccio había tenido una vida terrible, y aún estaba confesándose con el sacerdote.
Inmediatamente recibido el perdón, Alejandro salió corriendo hasta el castillo para notificarle al prefecto la gracia en cuestión. Cuando llegó, Ranuccio todavía estaba en plena confesión.
 
Entonces, el custodio dejó libre al príncipe de Parma. Su tío, temiendo que el papa cambiara de humor en el medio de la cuestión, había dispuesto en las puertas de la fortaleza unos caballos que finalmente llevaron rápidamente a Ranuccio fuera de los estados de la iglesia ...".
 
Acompaña la charla el tango "Me da pena confesarlo", en su versión instrumental interpretada por Juanjo Domínguez.

Saludos.
SirThomas.

2 comments:

Anonymous said...

Muy interesante y de actualidad la temàtica
Abrazo
Papone

SirThomas said...

Gracias Rocky.

Saludos.
Sir.